mercredi 6 juin 2012

La literatura

Maratón de la Creación de Janet Dickinson Conectando uniendo creando los artistas de todo el país celebran la Maratón de la Creación. Absortos concentrados focalizados sus manos trabajan pintando escribiendo tejiendo tallando costurando moldeando, imbuidos de esa misteriosa energía que fluye como maná del Cielo. La última Caminata de Janet Dickinson Me desperté tiesa y con frío. Parecía estar dentro de algún tipo de cajón. ¿Quién me pondría en un cajón? Empujé con toda mi fuerza y logré levantar un poco la tapa. Estaba cubierta por algo pesado pero la pude abrir lo suficiente para salir con dificultad. Tierra y arena me llenaron el pelo, ojos y nariz. Desesperadamente con uñas y dientes escavé, buscando la salida. Finalmente salí, inhalando el aire fresco de atardecer. Brillaban las primeras estrellas en un cielo aterciopelado. Descalza, caminé a través del pasto, abrochándome mi vestimenta blanca; hacía frío. Estaba en un parque con piedras altas, que se asomaban en la oscuridad parcial. Caminé hasta la avenida y traté de parar un colectivo, pero el conductor no me hizo caso y siguió manejando. Era lo mismo con los taxis; parecían no verme. Había mucha gente caminando alrededor y algunos me atropellaron sin siquiera pedir disculpas - ¡que mal educados! – Deprimida, mi di cuenta que iba a tener que ir caminando hasta mi casa. Rengueando, pasé por las calles conocidas hasta que vi mi propio y amado hogar. Humo salía de la chimenea y las luces estaban prendidas. Una sensación de felicidad me embargó. ¡Estaba en casa! Probé la puerta pero estaba con llave. Toqué el timbre pero nadie lo escuchó. Me fui hasta las ventanas de living, que tenían las cortinas abiertas. A través del vidrio vi a mi marido y mis dos hijos sentados frente a la chimenea. Estaban callados y parecían tristes. Estaban vestidos con sus mejores prendas. Golpeé la ventana y mi marido se dio vuelta a medias, como si me hubiera escuchado. Golpeé mas fuerte pero el solo sacudió la cabeza y miró para otro lado. Me sentí muda, invisible, desesperanzada. De pronto ladró Jonas, nuestro perrito. -Quiere salir- escuché decir a mi hija. ¡Esta era mi oportunidad! Cuando abrieron la puerta para dejar salir a Jonas, entré. Quise abrazar a mi hija, mi hijo, mi marido – pero se comportaron totalmente indiferentes. –¡A las madres nunca se las aprecia!- pensé, enojada. Los observé sentarse otra vez en el living. -Y bien, mejor me voy a la cama. Estoy cansada y podemos hablar mañana.- Subí las escaleras con paso cansino y con un suspiro de alivio me acosté en mi cama. Mi Tortuga (Un poema para niños) de Janet Dickinson Un día mi tortuga como una Manuelita cualquiera se fue de paseo pasó por colinas y valles caminando sin destino. Feliz, comía pastito (¡basta de lechuga!). Mientras sus dueños la lamentaban un buen Samaritano la encontró. _ ¡Pero si es la tortuga De mi amigo José!_ Cuidadosamente la devolvió A su casa. Desde entonces duerme cansada de caminar ignorando la lechuga. La superación Le duele. Le duele respirar. Le duele todo. Un vaso de agua. Una píldora rosa. De vuelta a la oscuridad. (1) Despertó… Se dio cuenta que respiraba de forma agitada. Recordó el libro, las frases que había leído. Pensó en darse una ducha antes de desayunar. Se obligaría a desayunar, no sentía hambre, no sentía sed, deseaba sentir el calor del sol sobre su piel. Los medicamentos que le habían recetado eran muy fuertes por eso necesitaba desayunar. Sintió las gotas de agua tibia mojando su piel y la embargó un gran alivio. En breve respiraría mejor. El ruido mismo del agua cayendo le recordaba la lluvia y el sol, y un arco iris en el cielo. La idea de un cielo sureño y un arco iris desplegándose en él la invadió con tanta fuerza que le dio paz. Frotó con fuerzas su cabello mojado. Sonrió en silencio. “Hay muchas batallas y muy diversos tipos de guerra”, fueron las palabras claves de su terapeuta. Fue acaso, la mejor definición de su realidad. Estaba enfrentando una batalla importante, y no era precisamente la enfermedad puntual que la aquejaba. La fiebre menguaría y los dolores musculares con ella. Era una gripe fuerte, medicamentos, reposo, mucho té con miel y limón. La batalla era el recuerdo de haberlo enterrado. “Las pérdidas son dolorosas”, le había dicho una de sus mejores amigas. “No entiende nada”, pensó inmediatamente. Ella no lo había perdido, lo había enterrado. No se puede perder lo que se ama con vehemencia, con compromiso, con pasión, con sinceridad, todos los días. Pablo había sido y seguía siendo el amor de su vida. Las horas vividas con él sonaban como las melodías de canciones en todas partes de la casa, de los bosques, de las fotos y de los recuerdos. A ella le dolía la batalla oscura de percibirse sin la compañía de Pablo. “Me imagino lo que te debe estar costando estar sola”, le había dicho otra amiga. “Tampoco ella entiende lo que vivo”, pensó. No estaba sola, sus perros, su gata, su trabajo, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus familiares, sus vecinos, quienes la querían y quienes no tanto. Estaba rodeada de gente que se comunicaba a diario con ella por variadas causas. De hecho bastaba con enviar un mensaje o hacer una llamada y ya contaría con gente para almorzar, para conversar, para salir a caminar. No estaba sola. También es verdad que conversaba a menudo con Dios. Generalmente cuando caminaba o aseaba el jardín otoñal. Su batalla ahora era superar el entierro. La imagen de las personas que habían acudido ese día caluroso estival, todos vestidos de negro, cargados de lágrimas, intentando emitir un comentario acorde al aturdimiento y la falta de explicación de la muerte de Pablo, visitaba su memoria una y otra vez. Necesitaba erradicarla, o al menos guardarla lejos por algún tiempo hasta que pensar en ese momento no le causara más dolor y quebranto. Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas, O los miles soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros. (2) ¡Gracias! ¡Gracias! Una y otra vez es la palabra nueva en sus labios. Como si nunca la hubiese pronunciado antes la palabra “gracias” brota de sus labios y ella sonríe nuevamente habiendo ganado la batalla. Esa mujer, la mujer afgana, Marian y la otra mujer afgana Laila; ellas han batallado. Sus historias, sus duelos, sus lágrimas son el pasaporte necesario para la superación. Esas mujeres que nunca jamás podrían ver las lunas y los soles desde las azoteas e inmersas en su realidad deciden sonreír. La lectura del libro marcó el inicio de la superación. Esos personajes alejados, distantes de la Argentina pero a la vez cercanos, pertenecientes a la realidad de una mujer, que necesita darse cuenta que se puede seguir amando aunque se recuerde el pasado. Saber que ya no duele la imagen del verano pasado… Agradecida de vivir el un lugar delicioso, como lo es San Martín de los Andes, e identificada con la superación de esas mujeres afganas comienza a vivir un nuevo tiempo. Increíblemente queda atrás aquél momento cuyo recuerdo hablaba de llanto y dolor. Consciente de que la esperan otras batallas, sabiendo que no se pierde lo que se ama, abierta a disfrutar y gozar plenamente de toda la vida que se despliega en los bosques y alrededor de los lagos y montañas de la ciudad abraza este verano. Los cielos patagónicos, en especial sus atardeceres traerán perfumes renovados, música de cantos improvisados y conocidos. Tal vez asomen los abrazos de los seres queridos, tal vez la sorprendan visitas de los amigos. Siempre están consigo sus perros y su gata, el hermoso jardín que por sí mismo reverdeció y poco a poco completa una variada paleta de colores y perfumes de flores. Ayer paseó por las calles del centro, compró un par de remeras, un vestido, un collar, algunos platos y copas nuevas. Saludó amigablemente a la gente y cuando llegó a su casa destapó una botella de vino. Miró el portarretratos y suspiró. Hoy con gran energía baña a sus perros, juega con ellos, se moja y siente el calor del sol en su piel. De: Griselda Miriam Guevara Maratón de la Creación 2012. SM Andes Referencias (1) Khaled Hosseini- Mil soles espléndidos. Editorial Salamandra 8va edición (2) Khaled Hosseini- Mil soles espléndidos. Editorial Salamandra 8va edición They do not listen I spoke to them aloud But they did not want to hear They said they had to do it on their own I had already been there I told them not to go on They do not listen Once the stars were shining high Tears appeared They began to cry Still they do not listen Please help! Please come! Embrace me Make me warm I heard their cry I quickly walked back Have I arrived on time? Their faces were sad They had outlived the war Patience and love We started to march We built up the hope We felt back at home Time has gone by Their children are grown up They turn to me and say, “What should we do? They do not listen” De: Griselda Miriam Guevara Maratón de la Creación 2012. SM Andes Les sourires Un groupe de jeunes est venu Et la place est pleine de sourires Dehors il pleut beaucoup Mais ici pour nous Le soleil brille L’inspiration nous a visités La création est en train de naître De: Griselda Miriam Guevara Maratón de la Creación 2012. SM Andes Quand tu crois Quand tu crois Que la vie est terminée Regarde le ciel Les oiseaux, les arbres Vide les déchets De ton sac Marche sans aucune idée noire Quand tu crois Que ton rêve est mort Pense que Dieu Ne t’a pas oublié Il est prés, A côté de toi Il a fait tout Ce que tu regardes Il a fait ce Qu’il y a dans la nature Pour toi et moi Quand tu crois Que tu n’as pas de force Dis tes prières Et Dieu te répondra. De: Griselda Miriam Guevara Maratón de la Creación 2012. SM Andes Las danzas circulares Acabamos de bailar. Todo un grupo junto al son de la música. Danzas en círculos, pasos a la derecha, cruzando el pie y dos a la derecha y uno a la izquierda y te deslizas, y un paso hacia el frente y otro hacia atrás, y así sigues. El ritmo por momentos es lento y por momentos ágil y te tomas de las manos y te sueltas y giras. De repente aplaudes tres veces hacia fuera del círculo y una para adentro. Es increíble lo que sientes que se genera. Te parece entender por qué aquéllos judíos danzaban como los camellos que piden agua. Parece que tienes la imagen en tu cabeza de cómo los serbios se divertían en una danza juntos, crees lograr percibir lo sensual de los gitanos cantando alrededor de un fuego. Danzas de pueblos que danzaban por alegría, por que hasta les era saludable. Me pregunté qué habría experimentado el gran rey David, en sus tiempos. He leído que danzaba y cantaba y tocaba el arpa y eso traía paz a su espíritu. Él cantaba y danzaba para Dios. Recordé también una ocasión de mi infancia en la cual me invitaron a un festejo judío y entonces bailé con ellos una tonada tan alegre y rítmica. Pensé en una matriz, la vida gestándose dentro del útero de una madre. La vida latiendo y el bebé moviéndose en un medio acuoso. Un ser humano que se mueve, que gira y patea y aún no le es posible cantar pero ya se puede mover. Pensé en un círculo de aceptación. Cada vez que la coordinadora de la danza invitaba a alguien nuevo a unirse a la danza, alguien más era aceptado. ¡Cuán importante es para el ser humano sentirse aceptado! Por un momento miré al grupo bailando juntos y me percaté que había dos niñitas pequeñas, una de las cuales era una niña con capacidades diferentes, algunas personas mayores de cincuenta y otras personas menores de treinta. Sin saberlo había personas con diferentes vestimentas y muy diverso calzado, sin prejuicio y con aceptación todas las personas bailábamos. Las danzas circulares expresando tanto júbilo. ¿Será que Dios nos sonríe cuando bailamos de felicidad? De: Griselda Miriam Guevara Maratón de la Creación 2012. SM Andes Take me with you Take me with you Till the end of the World Take me with you Do not leave me here waiting Take me with you And let me tell you How much I love you Take me with you It’s getting dark and cold Take me with you I do not want to be alone Take me with you Cause there’s no place Where I wish to be But your warm arms Take me with you Look into my eyes Tears of hope Are claiming for you Life is too short Full of pains and joys Take me with you I’ve been born to complete you De: Griselda Miriam Guevara Maratón de la Creación 2012. SM Andes
Los Creadores Berninzoni Mariana Dickison Janet Anne Gaite Manuel Galardi Viviana Gersberg Brenda Carolina Guevara Griselda Miriam Huechante Nancy Köbernick Daniela Trinidad Löser Camila Löser Tamara Mastrosimone Dario Mastrosimone Gianluca Mele Angela Jesús Moore Maria Eugenia Navarro Verónica Pérez Rosana Ríos Santiago Roa Maria Teresa Ruiz Monica Elisabeth Saavedra Mariam Sacchi Lina Sagüés Eduardo Sanpietro Olga Schneider Monica Solera Sofia Walter Silvia Beatriz Zavala Sole Beauvais-Maminska Danielle

Maraton de la Creacion 2012

dimanche 18 septembre 2011

* LAS NUBES DE HILARIÓN.* El cuento inedito donado por la escritora Ana María Manceda

Nunca te lo pude contar mamá, tenía miedo, pensarías que estaba loco y quién sabe a cuántos médicos más me llevarían. Estoy harto del comentario del vecindario « ¡Este chico es un autista, nunca habla!» Pero soy muy feliz mamá, a mi manera, pero muy feliz. ¿Porqué ser autista es no comunicarse con otros humanos? Yo me comunico con otros seres vivos y con energías que otra gente no puede captar Tengo mi universo, y son mis libros, mis correrías por la meseta, mi contemplación del cielo, mis rocas, las aguas que corren por el dique que papá diseñó. Recuerdo tu cara de espanto mamá, cuando me viste jugar con las manos atrapando lo invisible en el aire y vos te pusiste a llorar. Sí, yo tengo mi mundo, siento placer observando a las abejas, es maravilloso ver el ritual donde honran al sol. Leí mucho sobre las costumbres y organización de estos insectos, es misterioso y complicado ¿Qué influencia ejercen estos rayos sobre el comportamiento social? En el mismo grupo existen individuos solitarios y gregarios como la colmena. ¿Porqué yo debo ser como los otros humanos? Y papá, su mirada es rara, no de espanto sino de derrota, hubiera querido tener un hijo sociable, brillante, él, tan lógico, también reservado pero hasta lo correcto. Tuve suerte, nacieron los mellizos y ustedes no tenían tiempo ni para hablar de sus historias, vos docente y papá supervisando la construcción del dique. Me sentí orgulloso de la llegada de mis hermanos y también me sentí mucho más libre ¡Déjenme observar la danza de las abejas guiadas por los rayos del sol que yo solo puedo ver! ¡Déjenme observar el color que toman las aguas que se evaporan, jugando a ser millones de microscópicos prismas; la transpiración de los árboles; la formación de las nubes; la caída de las primeras y minúsculas gotas que anteceden a la lluvia; sentir el rumor que produce en los arbustos el agua del suelo que va absorbiendo por sus raíces ¡ Déjenme imaginar el Océano que cubrió estas tierras, por favor, no necesito hablar, son lo que más amo, son la energía de mi eternidad. Solo quiero ser.
Hilarión dejó de escribir, cerró su cuaderno, se tomó la cabeza y así quedo casi toda la noche.
Comentarios de los vecinos «¡Es muy callado! ¡ Es hermoso, con esos rulos rubios y esa mirada desconsolada ! ¡Pobrecito, parece como perdido en este mundo! ¡Y tan buenos padres que tiene, gente tan bien! ¡Pero hace las tareas a la perfección! ¡Suerte que la madre consiguió que le tomen exámenes escritos, claro al ser docente supo como exigir a las autoridades, de tonta no tiene un pelo, porque los orales serían imposible, sin embargo los exámenes son brillantes.¡ Pero no habla! ¡Es autista!»
Vivir en un pueblo, en plena meseta patagónica, donde el viento sopla siempre, con temperaturas extremas por su clima desértico, casi aislados, hace que la gente originaria del lugar sea reservada y observadora. Hilarión nació en un hospital público de la ciudad más cercana donde vivían sus padres, sus cuidadoras fueron gente oriunda de la zona y le dieron todo el afecto y comprensión hacia un bebé que nació en circunstancias complicadas y antes de cumplir los meses establecidos para un buen nacimiento.

Los padres de Hilarión llegaron con la energía de la juventud a formar su hogar en esas perdidas tierras patagónicas. Él, ingeniero, fue designado para supervisar la construcción del dique que daría riego artificial a ese pequeño pueblo, aprovechando la fuerza de un milagroso río que crecía desmesurado en la época de deshielo de las altas montañas. Su madre daba clases en una escuela rural. La vida de Hilarión transcurría entre el hogar, simple y confortable, la escuela y sus paseos por los alrededores del dique. Desde la niñez hasta la pubertad vio la transformación del paisaje, con el regadío aparecieron los verdes en las orillas de la zona donde el río era embalsado. Surgieron las huertas, los frutales y la variedad de hierbas aparecidas por la humedad que se formaba en la tierra y la atmósfera, producto del ciclo del agua. Él disfrutaba de sus libros, sus rocas. Al fondo de la casa su padre tenía una pequeña huerta, la organizó en forma diagonal al terreno para protegerla de la dureza del clima y sembrado las verduras según la incidencia del sol. En un espacio del terreno Hilarión colocó en forma armoniosa sus piedras, era su jardín de rocas, las coleccionó durante los paseos por las colinas cercanas, las clasificaba según su criterio del desarrollo de los cristales y las distribuyó en distintos lugares del jardín. La cuestión era que la luz se reflejara con la mayor intensidad posible. Hacia la zona de sombra dispuso las que no emitían reflejos pero las amaba de manera especial, tenían las huellas fosilizadas de antiguos animales marinos, prehistóricos habitantes cuando el mar ocupaba ese relieve. Su mayor placer era ver como los rayos del sol iluminaban los cuarzos, los feldespatos, las micas. Fiesta de colores, podía estar horas mirando esa maravilla. Cuando nacieron los mellizos, aprovechaba el cansancio de sus padres y en las noches de luna llena se levantaba sin hacer ruido y a través de los vidrios de la ventana de la cocina, al calor de las brasas de la cocina a leña, miraba como cambiaban los tonos de las radiaciones de las rocas.
Cercano a cumplir los quince años Hilarión comenzó a sentir una cierta vaguedad en su cuerpo, un desasosiego, una premura, una sed de algo desconocido. Por esos días descubrió de pronto la presencia de Mayté, la hija del sereno del dique. En realidad la joven siempre había estado allí. Fue un deslumbramiento. Comenzó a mirarla, la chica feliz que Hilarión la tomara en cuenta, le alcanzaba piedras, refrescos o cualquier objeto placentero para él. Una tarde de verano lo encontró recostado en la zona aledaña al dique. ¿Qué mirás Hilarión? El joven señaló las nubes, éstas se transformaban en formas distintas y tomaban el color del juego de las luces del sol. Era la hora que la noche viene parsimoniosa anunciando su presencia, es la hora del violáceo, el color de los ojos de la incertidumbre. Ella se tiró a su lado, en silencio, sacudido todo su cuerpo por la belleza del chico y del momento. Las manos de él comenzaron a recorrer el cuerpo de Mayté, todo su cuerpo no alcanzaba para abarcar ese nuevo universo, por primera vez sus ojos no participaban. Instinto, pasión, jugaron sus sexos hasta quedar extenuados. Y las tardes de amor se repitieron, sin hablar, solo la complicidad del secreto. Y el verano pasó.
Comentarios de los padres. «¡Está raro Hilarión! ¡ Ya no lee tanto! ¡Parece que se olvidó hasta de su jardín de rocas! ¿Por qué no va en busca de sus piedras?» ─ El otro día lo descubrí escuchando música, escondido, como si fuera un delito ─, comentó su padre. ─Está en una edad delicada, pensá que ya es un adolescente, su cuerpo está cambiando, debemos ayudarlo ─, dijo su padre ─¿ Cómo? La ciencia avanza, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Por suerte los mellizos están creciendo de forma normal, pero con el tiempo deberán afrontar las rarezas de su hermano y esto los va a marcar ─. Opinó su madre
Una noche, el joven escuchó discusión y llantos en la habitación de sus padres. Algo extraño pasaba, ellos nunca discutían, era una pareja armoniosa, unida por amor y por la necesidad de fortalecerse ante la enfermedad de su hijo. Hilarión no sabía qué hacer, no se animaba ir hacia el cuarto de donde venía el conflicto. Se puso tenso, debía ser algo grave, no soportó, se levantó y fue hacia ellos, no iba a entrar, solo quería escuchar. ─No podemos hacer eso, él se crió aquí. ¿Qué haría en una gran ciudad? se sentiría perdido. ─La decisión está tomada, la semana que viene llegan los ejecutivos de la Empresa, yo les envié una carta contando nuestra situación, cualquier técnico puede afrontar mi trabajo, yo puedo viajar y supervisar. Es estos años todo ha sido un éxito, hemos logrado lo planificado─. Sentenció su padre. ─Tengo miedo ─. Se lamentó su madre.
─Querida, debes afrontar la realidad. En la Capital tendrá los mejores sicólogos. Sé que es un chico de inteligencia brillante, pero no puede seguir por el mundo con esa actitud autista. La gente ama, sufre, trabaja ¿Qué pasará el día que nosotros no estemos? ¿Quién lo cuidará, mantendrá? ─No es tan simple, no sé si es cuestión de sicólogos, tengo el presentimiento como madre que es algo especial , un caso muy especial. ─Con más razón, te repito, en la Capital están los mejores profesionales. Aquí lo han visto muchos médicos y no tuvimos ningún resultado.
─Si, pero los estudios fueron en la Capital y tampoco tuvimos ningún resultado. Aquí él es feliz. Tiene esa expresión tan maravillosa. Él todo es luz.
Hilarión se fue alejando, sin darse vuelta, el espanto no le permitía ningún otro movimiento, llegó a su cuarto, caminando hacia atrás. Se tiró en la cama. El mundo le pareció de una desnudez absoluta. Por primera vez supo lo que es el llanto desgarrado, hundió su cara en la almohada y en el sufrimiento halló que las lágrimas eran agua de mar.
El ambiente de la casa no fue el mismo, la tristeza se adueñó de las personas y del aire que la contenía. El verano iba terminado, las mañanas eran frescas pero aún muy iluminadas. Hilarión pasó ese tiempo, desde que escuchó a sus padres, como si se hubiera apagado. Se prometió que no se lo iba a permitir, sería deshonrar la maravillosa vida que le fue dada. Tomó una copa y la llenó de agua, salió al patio, alzó la copa hacia el sol, como brindando con él. El líquido incoloro tenía el poder de reflejar todos los rayos disipados en el aire, y lo bebió. Sintió que el sol entraba en su cuerpo, lo recorría, lo inundaba y saciaba esa misteriosa sed de la vida ¡ Qué otra cosa podía desear? Era Feliz. Con la copa en la mano, vacía, fue hacia la zona del dique. Se recostó sobre las hierbas donde amara a la única mujer que llevaría dentro de su ser por siempre. Beso el suelo que los cobijó, se levanto y siguió caminando, sin rumbo, dando vueltas, como si imitara la danza de las abejas. De pronto sus ojos se iluminaron, un pensamiento, una decisión le devolvió esa vida que se había apagado en ellos. A lo lejos vio el caer de las aguas escapando del encierro del dique y fue hacia allí.
El agua bajaba como la juventud, tempestuosa, irreverente, seguiría su camino hacia el mar, en el trayecto encontraría la madurez, hasta llegar a él, sumisa y sosegada. Hilarión se tiró, no tuvo miedo ni sintió el frió del deshielo. Sabía que iba en busca de su propia madurez, de ahí al sol, de ahí a la eternidad. Al principio del todo. Solo que quizás el destino existe, las sirenas de seguridad ulularon, el rescate de los Bomberos fue extenuante y milagroso.

Las mesetas patagónicas reverdecen en la primavera por el vapor de las aguas del dique. Hilarión pasea orgulloso con Mayté y sus hijos mostrando a su familia la obra mágica de su padre.
ANA MARÍA MANCEDA. 21 MAYO 2011. SAN MARTÍN DE LOS ANDES. NEUQUÉN. PATAGONIA ARGENTINA

mercredi 13 juillet 2011

Exposición y Remate de las Creaciones

A partir del 1 de septiembre empezarán la exposición y el remate de todas las Creaciones, a beneficio de los Bomberos Voluntarios de San Martin de Los Andes, en el Centro Cultural Cotesma en el cuadro de la Sexta Semana del Cíne Francés